Señor, dale una oportunidad a los virtuosos
y déjalos caer en tentación
para que no condenen
a quienes descubrimos que el abismo
es sólo otra variante del camino.
Señor, no prohíbas la gula de los míseros
ni la violencia de los débiles
ni la avaricia de los desposeídos.
Señor, otórgale soberbia a los humildes
para que no rediman a sus amos
permitiéndoles ser caritativos.
Refresca, Señor, la desmemoria moralista
y diluye las sombras que confunden
la castidad del indeciso.
Permítenos, Señor, desear la mujer
y no la ruina de nuestros deudores
y deja que sea el prójimo
quien tenga que poner la otra mejilla.
Señor, si este reino no es tuyo
como dicen
quita la viga de mis ojos
y cámbiala por la paja de los de mí vecino
y déjanos el goce de caer y recaer
en los viacrucis de culpas inconclusas
para el juicio final de los remordimientos
por los pecados que desconocimos
o nos fueron negados
en la resurrección de los cuerpos
que comienza
ahora y en la hora de nuestra muerte, amén.