Mi alma estaba en aquel instante
fuera de mí, lejos, muy lejos.
Llegaste
y desde entonces fue verano,
el verano con sus palmas, sus calores sofocantes y
sus vientos de anciosa mocedad.
En vano tus caricias insinuaban quebranto y molicie:
el instinto de penetración ya despertado
era como una saeta de fuego.
Fue entonces que mi alma fue llegando
fue llegando de muy lejos,
fue llegando
para de pronto vibrar en mí violentamente y sacudirme todo
en el momento feliz de la unidad.
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