lunes, 9 de agosto de 2010

TU OMBLIGO, CAPITAL DEL MUNDO; Gonzalo Arango




Salí de tu casa
la mañana cautiva en alguna parte
más allá del mar

se negaba a venir.


Dichoso por los cuatro costados


me senté a tomar café


en la taberna de los asesinos.


Me ofrecieron un ron


un balazo


y una mujer.


Me negué.


Pensaron que yo era el Rey Mortal


de un hampa peligrosa


y me regalaron con la vida.


(Es el mayor don que un asesino


puede hacer a otro).


Al fin,


alguien sospecho que yo era


un poeta de la muerte


y me echaron a patadas.


-En el reino del Hampa


nadie se burla de la muerte


me dijeron.


En el hotel me desearon


buenos días


y la mirada del portero me requisó


los secretos de la noche.


Subí al ascensor.


Comtemple en la terraza


las últimas estrellas


las palmeras


la ciudad inocente


asaltada por ladrones


y  grillos en fuga.


Una paz inhumana viaja en las calles


y los primeros buses


hacia la guerra del día.


Al fin pienso en tu cuerpo


abandonado hace poco


cansado por el triunfo del amor.


Ya no estoy


y sin embargo estoy en tu nostalgia


en el dolor de mis dientes en tu carne


marcada por mi apetito.


Te abrazas en tus senos


como el remordimiento


y en tu cuerpo ultrajado me quedo


como quien pierde el último tren


que parte a la estación del frío


y al barrio de los hospitales.


Varado junto a tu puerta


te pido entrar


para volver al paraíso de tu sexo


donde habitan todas las estaciones


y el olvido de la muerte.


Son las 5 a.m. en el coche del lechero.


Dormir eternamente anclado


en la bahía de tu ombligo:


orilla honda de la memoria


donde te olvido


y me olvido


¡para recordar la gloria del presente!

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