miércoles, 1 de junio de 2011

CANTINELA DEL DESTERRADO; Hector Rojas Herazo.














Me pusieron mi ropaje de vísceras


y luego me dijeron:


camina, escucha, dura


ganaras la lumbre de cada día con el sudor de tu alma.


Y heme aquí con un poco de barro semoviente,


con veinticuatro horas de jornal o de sueño,


con sesenta minutos de cada órgano,


con sesenta segundos de tic-tac en las venas.


Heme aquí con un poco de risa, de estupor


y de sombra.




Haciendo mi tarea


haciendo como que hago,


como que vivo o muero.


Como que soy igual, distinto o parecido,


a aquel que me saluda, me tropieza o me nombra.


Heme aquí con mis días,


mis semanas, mis meses, metidos en cintura.


jugando a mis tendones.


con una abeja simple fabricando mi mocus.


Con mis botones aferrados


para cubrir el vello y el hedor de mis nervios.


Heme aquí con mis lunares y mis letras.


Mi nombre no concuerda ni importa,


ni hace caso en el hondo paladar de estar vivo,


de atrás,


de aquellos que molieron su muerte


y se volvieron cal y fuerza entre mis huesos.


Yo no quiero una cláusula que me limpie las uñas.


Yo no quiero, nada,


sino llegar, mirar, olfatear y después


dejar que otros deshagan, con su furia de vivos,


mi paladar, mi huella, mi sangre y mi camino.

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