Comprobar el nacimiento del asombro
Medir el ascenso de la sangre
a través de una piel
que se entibia con sólo mirarla.
No tenerle miedo a la palabra ternura.
Estos podrían ser algunos.
Otros:
Ver a kilómetros de distancia
una pequeña mujer
que le enseña a su hijo
poemas de Rubén Darío.
Tararear
con la más profunda convicción,
melodías sin sentido.
Asomarse al abismo
y advertir cómo esos ojos
se repliegan luego en la dicha.
Constatar
los vertiginosos cambios en los sentimientos
la presurosa carrera de todo hacia el olvido
el inhóspito desierto de los días carentes de fibra.
O si no, enronquecer de júbilo.
Bendecir al mundo.
Jugar para que el hombre no se pudra.
Podría también callar
de modo definitivo y profundo.
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