Sin cólera te golpearé
y sin rencor, tal matarife
como en la roca Moises.
Y haré brotar de tus párpados,
para regar mi Sahara,
las aguas del sufrimiento.
Mi deseo hecho de esperanza,
flotará sobre tus lágrimas,
como navío que apareja,
y en mi ebrio corazón
redoblarán tus sollozos
como tambor en la lid.
¿No soy acaso un falso acorde
en la divina sinfonía,
porque me muerde y me sacude
esta Ironía devorante?
Su grito se escucha en mi voz
mi sangre es su negro veneno,
y soy el espejo siniestro
donde esa furia se contempla.
Yo soy la herida y el cuchillo,
la mejilla y el bofetón.
Yo soy los miembros y la rueda,
y la víctima y el verdugo.
Soy el vampiro de mi sangre,
-uno de esos abandonados- ,
condenados a risa eterna
cuya risa es imposible.
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