Llega como una muchacha
recién salida de la infancia:
que apenas descubre
el ancho de sus piernas
y aún no abandona los juguetes.
Entonces uno, aún más inocente
se enamora de sus largas trenzas,
de sus teticas de ciruela fresca,
de su culito de abeja reina.
Luego viene la desesperación:
pues ella sin ser puta
pertenece a todos
y es insoportable encontrarla una tarde
despues de la lluvia
revolcandose en el barro,
junto a un perro común
con sus pantaloncitos azules
y una risa de Mayo en la garganta.
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