Éramos dioses y nos volvieron esclavos.
Éramos hijos del sol y nos consolaron con medallas de lata.
Éramos poetas y nos pusieron a recitar oraciones pordioseras.
Éramos felices y nos civilizaron.
Quién refrescara la memoria de la tribu.
Quién revivirá nuestros dioses.
Que la salvaje esperanza sea tuya,
querida alma inamansable.
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