Diariamente alabo tu crueldad Señor
me empeño en ver la futura salud celestial en la
enfermedad
y predico resignación y goce en la quemadura de la
fiebre
y elogio las flores sangrantes de las llagas
como al oscuro camino para llegar al cielo.
Nos castigas generosamente ¡oh Señor!
y el hambre y la violencia nos recuerdan diariamente
a quién pertenecemos y para qué hemos nacido
preservándonos de la concupiscencia en la
abundancia de las cosas
y en el florecer de los cuerpos
y en los frívolos pecados del progreso.
Estamos dispuestos a intentar la esclavitud
para que tu reino mantenga su sombrío esplendor
a agotar nuestros cuerpos hasta el último aliento
para que tu ¡ oh poderoso! puedas consolar tu dominio.
Sin embargo somos débiles
y apenas podemos soportar la vista de tus rebaños y
tus huertos
sin que el hambre nos retuerza
y la belleza de tus criaturas sin que la lascivia nos
muerda
y el tesoro de tus templos sin que el rencor nos
estremezca
Por eso en la barbarie de tu ley se manifiesta ¡ oh Señor!
tu astuta sabiduría y tu prudencia.
II
Porque las niñas tísicas y los santos patriarcas
se azotan con cordeles y ramos de culebras
porque sus vientres arden y sus axilas azules
y sus noches son de nieve salpicada de sangre
amamos sus blancos lomos del beso y el azote
hambrientos
sus sólidos pechos puros para la quemadura del
cuchillo
y su avara dulzura y sus secretas madrigueras
y sus pequeños tesoros tenazmente escondidos
y sus tristes mazurcas en llanuras de hielo.
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